Ciudad, elemento de alta complejidad

“Para cambiar la vida, primero debemos cambiar el espacio”
Henri Lefebvre.

La sociología ha intentado ofrecer un análisis científico de los grupos humanos organizados mediante el estudio sistemático del desarrollo, estructura, interacción y conducta de estos. Estas estructuras sociales incluyen grupos, patrones sociales, organizaciones complejas, instituciones sociales, sociedades completas y, por supuesto, las ciudades.

La ciudad, como organización social compleja, se ha analizado a lo largo de la historia de diversas formas, siendo entendida como una entidad aislada (variable independiente, influenciada por otros fenómenos sociales), o por el contrario, como un elemento de un sistema del que forma parte (variable dependiente). En esta última se entiende que existen fuerzas externas u otras variables independientes que influencian el ambiente urbano (sistema económico, eventos históricos, barreras geográficas, o la propia condición urbana construida de la ciudad).

Por todo esto, el ambiente urbano es un hecho de alta complejidad y difícil de cualificar. Sus aspectos se estudian interdisciplinarmente desde todas las ciencias sociales (geografía, ciencia política, economía, historia, antropología, psicología…). Ha sido el elemento principal de estudio de la sociología urbana.

La primera teoría sociológica de la ciudad fue establecida por Max Weber (1864-1920),  sosteniendo que en la interacción está el concepto básico de la ciudad, entendida como una oposición entre el “interior” y el “exterior” de la comunidad.

Por otro lado, George Simmel (1858-1958), contemporáneo de Weber pero que no tuvo entonces tanta transcendencia, fijará características definidas como “ubanidad” y “actitud urbana” entendiendo la ciudad como un modo de vida, siendo este así el primer exponente de la corriente psico-sociológica de la ciudad.

Louis Wirth, discípulo de Simmel y Park, escribirá en 1938 “Urbanismo como forma de vida” (Urbanism as a way of life), caracterizando la ciudad como “el asentamiento relativamente grande, denso y permanente de individuos socialmente heterogéneos con relaciones funcionales y de anonimato”. Wirth, estudiando las metrópolis americanas de los primeros decenios del siglo XX, intentará dar una correcta deficinición sociológica de la ciudad individualizando tres categorías fundamentales de la dimensión urbana: tamaño, densidad y hetereogeneidad.

Posteriormente otras tendencias en sociología urbana y comprender el hecho urbano serán las que establezcan las teorías de contraste (Redfield, Reiss, Lewis, Miner y Reissman), analizando la sociedad urbana por contraposición a la sociedad rural, o las establecidas por la Escuela Institucionalista europea (Glotz) que basaba el origen de las ciudades en la evolución de diferentes instituciones como la familia y su relación con la ciudad, así como la construcción de la ciudad por grupos de familias.

En los años ’60 se consolidará una nueva corriente sociológica urbana que será la que ha tenido más transcendencia hasta nuestros días: La Escuela Francesa (Touraine, Crozier, Lefevbre, Cardoso, Beaudillard y Castells), creándose el término de sociedad post-industrial, y analizando la ciudad desde la acción o la economía entre otros aspectos contemporáneos. De esta escuela fijaremos nuestra atención sobre Henri Lefevbre, que defenderá que las actividades sociales no sólo se refieren a la interacción de los individuos, sino a la creación del espacio urbano al crear objetos. El espacio es dual: condiciona nuestra conducta y ella, a su vez, modifica el espacio urbano. En su libro “El derecho a la ciudad” criticará a la ideología urbanística que segrega en funciones y diferencia de clases. Realiza un análisis crítico a la Carta de Atenas, la cual describe como una “reducción caricaturesca de la vida”, siendo el homo urbanicus algo más que cuatro definiciones. Por ello, los CIAM generarían un caos consecuencia de la separación de funciones. Añade que lo urbano, la calle, cuarto de estar de la ciudad, es odiado por la calle (por tanto debe desaparecer). Muere con la aparición del bloque abierto.

Hablar hoy día de ciudad implica entender cuestiones que han adquirido un grado de complejidad impensable a principios del siglo XX. Actualmente, en el panorama urbano occidental, la teoría social contemporánea reconoce transformaciones del espacio público en los últimos decenios. Europa está tendiendo cada vez más al modelo americano tipo “trend”. Esta predicción nos sitúa en una deriva anti-urbana donde la ciudad está entrando en crisis, en concreto por la decadencia del espacio público. Por ello, y enganchando con la teoría de Lefevbre, el proyecto arquitectónico tiene hoy día una gran trascendencia en la capacidad de generar ese espacio urbano donde se crea la ciudad y en ella se interactúa. 

La sobremodernidad y sus consecuencias espaciales


“Ya no hay análisis social que pueda prescindir de los individuos, ni análisis de los individuos que pueda ignorar los espacios por donde transitan”
Marc Augé
El gran crecimiento que han acontecido las ciudades y metrópolis europeas ha generado efectos que han influenciado sobre la forma de su organización espacial, siendo influenciado el desarrollo de su morfología física por factores como el diferencial histórico-cultural, el grado de desarrollo, el grado de globalización (Dos Santos), las figuras de exceso (Augé, M), las características topográficas, su orientación productiva o el modo de producción de mercancías (Lefebvre, H), diferenciando entre asiático, esclavista, feudal, capitalista y socialista.
Para entender la contemporaneidad, es necesario tener en cuenta la noción de “sobremodernidad” (Augé,M). Para Augé está compuesta por tres figuras de exceso, que obedecen a las aceleradas transformaciones mundiales:
1- La superabundancia de acontecimientos (exceso de tiempo, aceleración de la Historia).
2- La superabundancia espacial.
3- La individualización de las referencias.

Los acontecimientos se modifican rápidamente y variadamente, difundiéndose a gran velocidad por macroprocesos como la informalización, la globalización y la difusión urbana generalizada (Borja, J).
El espacio público urbano está influenciado por el tiempo y las consecuencias histórico-espaciales, ligadas territorialmente a la escala de centro metropolitano (Di Filippo, A), siendo un acontecimiento tiempo-espacio-diferencial (Lefebvre,H). Esta yuxtaposición de espacios generados por la sobremodernidad intervienen en el proceso de hacer ciudad, donde lo social, lo público y lo privado se gestionan desde los instrumentos de política pública, además de los controles operativos que tienen las dependencias y agencias burocráticas de modo operativo y distribuyendo los recursos.
El espacio y su superabundancia propuesta por Augé, considera la diferencia sustantiva y de especifidad cambiante en “los cambios de escala, la multiplicación de las referencias y en la espectacular aceleración de los medios de transporte, lo que conduce a modificaciones físicas espaciales considerables”.(Augé,M). Lefebvre definió esta proliferación de espacios como “espacio tiempo urbano”, generando el fenómeno caracterizado por las concentraciones urbanas contemporáneas, en las que han proliferado los “no lugares” (Augé, M), identificados en “las instalaciones necesarias para la circulación acelerada de personas y bienes (vías rápidas, empalmes de rutas, aeropuertos) como los medios de transporte mismos o los grandes centros comerciales, o también los grandes campos de tránsito prolongado donde se estacionan los refugiados del planeta”. Sin embargo, Lefebvre los identifica como los espacios “de afuera”, el lugar de la ausencia. Estos fenómenos hacen difícil diferenciar que es espacio público y qué no lo es, ya que pueden existir espacios públicos de propiedad privada (puntos de encuentro de ciudadanía sin discriminación), pero en ellos el consumismo es el papel motor.
La individualización de las referencias es la tercera figura de la sobremodernidad, refiriéndose al ego, al individuo que se cree el centro del universo, interpretando “para sí y por si mismo las informaciones que se le entregan” (Augé, M). Esta individualización genera fluctuaciones identitarias colectivas, además de otras conductas relacionadas con la actitud blasée propia de las concentraciones urbanas (Simmel, G), que afecta a la vida mental urbana en procesos de des-sensibilización frente al caos y la multiplicidad de estímulos.
Se añade a lo propuesto por Augé una cuarta figura de exceso, la cual estaría representada por la sobreexplotación de la naturaleza y el descuido del territorio sin ninguna protección del lugar, lo cual está generando consecuencias terribles a escala planetaria. La ciudad implica concentraciones de energía y de materiales, así como la construcción de infraestructuras físicas que modifican de manera irrelevante las características del medio natural. Existe una extensión necesaria por el crecimiento de la población urbana, pero otra que es superflua y especulativa, que viene inducida por el mercado inmobiliario.
Pensar el espacio público actual no puede dejar de lado estos procesos. La producción masiva capitalista actual convierte a los objetos producidos en mercancías. La sociedad de consumo impuesta por la hegemonía liberal americana hace peligrar las políticas tradicionales europeas, donde la ciudad ha sido símbolo de la colectividad. Este consumismo acelerado se basa en la lógica económica de la producción, en la obtención de beneficios y en consecuencia, en la búsqueda de mercados en una población consumidora en aumento.
Las transformaciones globales anteriormente descritas afectan de forma decisiva a todos los espacios, y en consecuencia a las ciudades. Pero existe la capacidad de resistencia en la cual se deben imponer y defender los propios intereses y objetivos. En toda Europa, la recuperación y puesta en valor del espacio público es un factor clave para el futuro, desde lo existente hasta lo nuevo que vendrá. Siempre ha existido una historia espacial no lineal, influenciada por la presión social versus la presión especulativa. El modelo social de la ciudad se construye a través de los espacios de relación, la vivienda y la construcción de equipamientos e infraestructuras. Pero la diferenciación social por rentas en las diferentes áreas urbanas tiende a fragmentar la ciudad desde los ricos hasta los pobres. Por ello, lo público cobra un valor primordial desde el uso hasta la conexión urbana. El espacio público debería caracterizarse como un territorio al margen de la eficiencia y de la competitividad, un área democrática sin que el dinero establezca ningún criterio de ordenación ni de selección.
La ciudad seguirá creciendo en todo el mundo, la población campesina asciende en algunos países a más del 50 por ciento de la población activa frente al 10 por ciento de los países desarrollados. Pero no se trata de extenderse ilimitadamente en el territorio, sino construir una ciudad de más calidad con modelos sostenibles. Los cambios socioespaciales están afectados por los cambios de densidad. Los cambios en el mercado de trabajo afectan organizativamente a las estructuras urbanas, donde las empresas se desplazan hacia la periferia. Esto genera desplazamientos cada vez mayores, desconcentrándose los municipios centrales así como el crecimiento paralelo de municipios satélite convertidos en lugares de residencia, lo que aumenta los problemas de tráfico. Así, los modelos de crecimiento híbridos y densos materializados en la ciudad en altura será el modelo del futuro, donde los espacios públicos serán un elemento nucleador y dinamizador de la vida urbana. Si se pierden supondrá la destrucción de la ciudad.