“Quien conoce la Historia sabe entender lo que fue, lo que es y lo que será”Le Corbusier
Para poder definir qué es la arquitectura necesitaríamos definir antes la cultura. En contraposición, los arquitectos deben servir a la civilización, utilizando la arquitectura como lenguaje de la inteligencia, la verdad, la humildad y la belleza. La arquitectura no es un arte, es una poética porque rechaza con todo el vigor la idea de estilo ya que esta no simbolizando nada al margen de sí misma.
La arquitectura se debe a la civilización, no nace de la nada, sino que su razón de ser debería seguir evolucionando en base a la herencia previa. Es la base de la poética en la arquitectura, disciplina heredada del saber común, que con imaginación intenta resolver los problemas o necesidades de cada situación. Esta engloba una superestructura ideológica, una estructura económica y una infraestructura territorial. Debido a la superestructura ideológica, el lenguaje nunca será de libre elección, asumido culturalmente por el poder en cada momento histórico. Debe tener siempre en cuenta el factor económico, justificarse en la necesidad o el producto que genera. Operará localizándose en un lugar geográfico determinado, del cual vendrá determinada su función. Por ello la arquitectura nunca podrá asemejarse al arte, ya que este nace de modo libre sin existencia real como sistema de comunicación.
La vanguardia y el Movimiento Moderno fueron puntos de ruptura. Las herencias culturales se desecharon y se rompió estilísticamente con la tradición, como forma de liberación, en movimientos de revolución política y social que no llegaron a consolidarse. Esto supuso cambios y negación a todo lo previo, asociado al capital y a lo religioso, donde nuestro lugar en el mundo había sido usurpado y deformado, afectando la libertad humana. Europa se consolidó como centro civilizado mundial. Era necesario un nuevo mundo, nuevas ciudades y nueva arquitectura adaptada a las necesidades del momento. La revolución industrial y las teorías maquinistas encontraron su culminación en la operatividad necesaria en el realojo de un nuevo mundo conceptual, que posteriormente entraría en guerra y sería necesario reconstruir. La voluntad política e ideológica cayó en crisis, en una condición Nihilista que daría paso libre a la economía liberal frente a una construcción social verdadera de un mundo configurado por el intelectual colectivo.
Hemos vuelto a modelos sociales previos, donde sigue existiendo una burguesía económica y un proletariado mejor formado pero sin capacidad operativa. Los arquitectos deberían poseer capacidad crítica para no convertirse en lacayos de los ricos, esta arquitectura del poder que hasta hace poco se ha visto representada por la torre de vidrio, y ahora es la rareza o absurdo constructivo lo que lo representa. El formalismo publicitado por el que pasa la arquitectura de nuestro tiempo es un cáncer que deberíamos subsanar. La saga de los arquitectos del Star System que generan idiolectos propios no debería representar a la arquitectura contemporánea. Buscar nuevos lenguajes y que estos sean aclamados está más en el sentimiento cateto de alcalde inculto de pueblo que no entiende más que de atraer turísticamente desde la rareza, como los circos de mal gusto atraían a las masas años atrás. La imagen ha tomado un papel demasiado importante en la etapa consumista que atravesamos y de la que cada vez somos más presos, donde la necesidad se genera en base a un marketing de usar y tirar.
La alineación cultural es una de las lacras de nuestro tiempo que deberían arrancarse todos los que profesionalmente trabajan vinculados con la sociedad. Los arquitectos no se dirigen a los sentidos, se dirigen hacia la inteligencia. La emoción intelectual no tiene nada que ver con lo común, con lo visceral o con lo bajo cultural. Parte de la propia reflexión por medio de la investigación para poder actuar a través de la teoría y la práctica heredada. Así el progreso nace de negar lo anterior para superarlo, no del genius que descubre algo como inspiración divina. No colaboremos con él mal, representado por lo fascista o liberal. Demandemos un mundo Universal, donde la nueva escala de valores vendrá determinada por la civilización.


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